El Papa pide el fin de la deuda externa y la pena de muerte en vísperas del Año Jubilar

CIUDAD DEL VATICANO (CNS) -- El Papa Francisco ha pedido a todas las naciones que eliminen la pena de muerte, que desvíen un porcentaje fijo del gasto en armamento a un fondo global para luchar contra el hambre y el cambio climático, y que cancelen la deuda internacional de las naciones en desarrollo como formas concretas de marcar el comienzo de una nueva era de esperanza.

“Hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente. Se necesitan, por el contrario, cambios culturales y estructurales, de modo que también se efectúe un cambio duradero”, dijo el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2025.

El mensaje, titulado “Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz”, se dio a conocer el 12 de diciembre en una conferencia de prensa en el Vaticano antes de la conmemoración del 1 de enero.

Ofreciendo su oración y sus “mejores deseos para el año nuevo a los jefes de estado y de gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes de las diversas religiones, a todas las personas de buena voluntad”, el Papa hizo tres propuestas para llevar a cabo “cambios necesarios” durante el Año Jubilar, que se centra en los “Peregrinos de la Esperanza”.

Las tres acciones propuestas, escribió, podrían “restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza”.

La primera propuesta, escribió, es renovar el llamamiento lanzado por San Juan Pablo II en el Jubileo del año 2000, para que se considere “una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones”.

La deuda externa, escribió el Papa Francisco, “se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados”.

El Papa Francisco también dijo que las naciones más ricas deben reconocer su propia “deuda ecológica” con el sur global debido a la explotación de los recursos, la destrucción de los ecosistemas y los efectos del cambio climático. “Reconociendo la deuda ecológica, los países más ricos se sientan llamados a hacer lo posible para condonar las deudas de esos países que no están en condiciones de devolver lo que deben”.

“Es necesario, al mismo tiempo, el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos”, escribió, para que la condonación de la deuda no sea sólo “un acto aislado de beneficencia, que lleve a correr el riesgo de desencadenar nuevamente un círculo vicioso de financiación-deuda”.

La segunda propuesta del Papa es “un compromiso firme” para respetar “la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza, deseando el desarrollo y la felicidad para sí misma y para sus propios hijos”.

“Sin esperanza en la vida, en efecto, es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas”, escribió. Y un “gesto concreto que pueda favorecer la cultura de la vida” es la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones.

La pena de muerte “además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación”, escribió.

El tercer llamamiento del Papa sigue los pasos de San Pablo VI y Benedicto XVI, escribió. “En este tiempo marcado por las guerras: utilicemos al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un fondo mundial”.

Este fondo debería financiar iniciativas para que se “elimine definitivamente el hambre” y facilitar actividades educativas en los países pobres para promover el desarrollo sostenible y combatir el cambio climático, escribió. “Debemos buscar que se elimine todo pretexto que pueda impulsar a los jóvenes a imaginar el propio futuro sin esperanza, o bien como una expectativa para vengar la sangre de sus seres queridos”.

El cardenal Michael Czerny, Prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, dijo a los periodistas en el Vaticano el 12 de diciembre que Caritas Internationalis estaba lanzando una campaña mundial para convertir la deuda en esperanza, con una petición mundial destinada a sensibilizar sobre el cambio sistémico necesario.

El Año Jubilar y la llamada cristiana a la conversión son invitaciones, no “a un esfuerzo moralista de superación personal, sino a un cambio radical de nuestra mirada sobre la realidad”, dijo.

“La conversión es un camino trazado por ese amor a Cristo que nos inspira, nos transforma, nos orienta, nos dinamiza”, dijo el cardenal. La fe en las manos misericordiosas y providenciales de Dios “libera nuestros corazones de la angustia, para responder y servir”.

Krisanne Vaillancourt Murphy, directora ejecutiva de Catholic Mobilizing Network, que promueve la justicia reparadora y el fin de la pena capital, dijo que “la existencia misma de la pena de muerte personifica una cultura del descarte”.

“La pena capital es un 'pecado estructural' que existe en al menos 55 naciones de todo el mundo, donde cerca de 28.000 personas se encuentran en el corredor de la muerte”, dijo a los periodistas, añadiendo que esta cifra “no incluye los casos en países donde no hay estadísticas oficiales”.

En Estados Unidos, además de la pena de muerte federal, “27 de los 50 estados tienen pena de muerte”, dijo.

También intervino en la conferencia de prensa Vito Alfieri Fontana, un ingeniero que trabajó en empresas italianas productoras de granadas y minas antitanque y antipersona.

Contó que experimentó una conversión personal y empezó a trabajar para la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Terrestres después de que sus hijos siguieran preguntándole qué hacía y por qué, y en medio de la creciente oposición pública al uso de minas antipersona y las indicaciones del difunto padre Tonino Bello para que reflexionara sobre su vida.

“Lo que para mí había sido normal, se convirtió en una carga”, dijo. Pudo salir de “una burbuja privilegiada, la del 1% de la población que produce, controla y distribuye armas” y entrar en el mundo del 99% -- los que no quieren la guerra y quieren vivir en paz.

El Papa Francisco dijo en su mensaje que la tradición jubilar pretende recordar a todas las personas, ricos y pobres, que “ninguna persona viene al mundo para ser oprimida; somos hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre, nacidos para ser libres según la voluntad del Señor”.

Los cristianos “nos sentimos llamados a ser voz de tantas situaciones de explotación de la tierra y de opresión del prójimo”, escribió.

Pedir y aplicar soluciones concretas a la injusticia sistémica forma parte del deseo cristiano de “romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios”, añadió.